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El doctor José Manuel Aguirre Urizar, Catedrático Emérito de la Universidad del País Vasco, dio un discurso, en su calidad de padrino, a los 565 nuevos profesionales de la salud, cuatro promociones de Medicina, Enfermería, Fisioterapia y Odontología. A continuación, ofrecemos un resumen de sus consejos a estos nuevos graduados.
Nuestra profesión sanitaria exige que sigamos estudiando, aprendiendo, conociendo, comprendiendo, mejorando nuestra actividad de manera continua, sobre todo si uno quiere ser un buen profesional sanitario.
Voy a exponeros algunas reflexiones sobre la actividad profesional sanitaria siguiendo los principales preceptos que recoge el Juramento Hipocrático, legado clásico del maestro clásico griego Hipócrates, y que, trascurridos 25 siglos, en mi opinión todavía siguen vigentes.
El primer precepto al que quiero referirme es general y universal, y señala que el profesional sanitario se compromete a ejercer su actividad sanitaria al servicio de la humanidad, dignamente y con conciencia.
Nadie puede dudar de que este compromiso es irrenunciable para los profesionales sanitarios. Y si alguno tiene alguna duda, solo debe ver los telediarios muestran los horrores de la guerra de Gaza y la labor humanitaria que realizan muchos compañeros sanitarios, sin medios y poniendo en peligro sus vidas.
El segundo precepto se refiere al compromiso que los sanitarios tenemos para guardar y respetar todo lo que nuestros pacientes nos van a confiar.
En estos tiempos en los que prima la informática, la robótica, la inteligencia artificial y el negocio, este compromiso corre un grave peligro. En la actualidad, cualquier persona, organismo, institución puede saber todo sobre nosotros, no solo el número de nuestro teléfono para bombardearnos con ofertas, sino nuestros datos personales y sanitarios.
Debemos cambiar el paradigma de “Vivir la profesión sanitaria para tratar” por el de “Vivir la profesión sanitaria para diagnosticar y, si es necesario, tratar”.
Que esta situación no ocurra en nuestro quehacer profesional es un compromiso de todos los sanitarios que no debemos olvidar. La confidencialidad con nuestros pacientes es un precepto fundamental en nuestra actividad, es la base de la clásica buena “relación sanitario-enfermo”.
El tercer precepto se refiere al compromiso de actualizar y compartir nuestros conocimientos sanitarios en beneficio del paciente y del avance científico.
La carrera de un buen profesional sanitario no tiene final, es una carrera continua mientras dura su ejercicio, ya que siempre hay que aprender, estudiar una enfermedad, buscar un remedio, discutir un diagnóstico, validar una técnica.
Además, no debemos olvidar que el conocimiento que posee un profesional sanitario, siempre debe compartirlo. Los sanitarios no podemos ser “egoístas” y guardarnos el conocimiento que hemos adquirido y/o que otros compañeros nos han enseñado. Alguien se imagina que Alexander Fleming no hubiera compartido el descubrimiento de la penicilina, obtenido de forma casual a partir del hongo Penicillium notatum, o que Santiago Ramón y Cajal no hubiera escrito ningún artículo sobre el Sistema Nervioso y su funcionamiento.
El cuarto precepto se refiere a la obligación de velar por la salud de nuestros pacientes, diagnosticando y tratando las enfermedades que puedan padecer.
Aunque este precepto parece incuestionable para un profesional sanitario, en la actualidad asistimos a una corriente de magnificación del tratamiento, de la terapia, del “hacer algo”, como fundamental actividad profesional sanitaria reconocible y por ello remunerable, lo que considero una actitud muy peligrosa para la profesión, ya que lamentablemente en muchos casos es el preludio de la iatrogenia y el sobretratamiento. Por ello, creo firmemente que en la actividad sanitaria actual debemos cambiar el paradigma de “Vivir la profesión sanitaria para tratar” por el de “Vivir la profesión sanitaria para diagnosticar y, si es necesario, tratar”.
Como señalaba el Laín Entralgo: “El profesional sanitario diagnostica para curar, pero también para saber, y asímismo para descollar socialmente”, a lo que actualmente debemos añadir que también lo debe hacer “para prevenir”.
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Creo firmemente que el diagnostico debe seguir siendo la piedra angular de la actividad sanitaria, la tarea asistencial fundamental y el mayor reto para todos los profesionales.
Desde el siglo pasado existen dos corrientes respecto del mejor o más adecuado proceder para obtener el diagnóstico. Por un lado, están los sanitarios “clásicos”, los “tradicionales”, los “antiguos”, que defendemos la historia clínica y la exploración física. Somos los de los síntomas y los signos, los que analizando estos datos tratamos de alcanzar el diagnostico, si es posible final, y si no, provisional, hasta tener más elementos. Por otro lado, están los sanitarios “modernos”, los “máquinas”, los “informáticos”, que defienden la superioridad de las nuevas técnicas diagnósticas: analíticas, imagenológicas, moleculares, y minusvaloran el relato del paciente, la exploración física y el diagnóstico clínico.
Como tantas cosas en la vida, la virtud casi siempre está en el punto medio. Por ello, mi consejo es que creáis en la historia clínica y en la exploración física, y las hagáis siempre, ya que son el eje principal del diagnóstico, y que después de hacerlas y conseguir un diagnóstico “inicial”, os apoyéis para confirmarlo o no, en todos los exámenes complementarios que necesitéis, que estén indicados y que, no lo olvidéis, cuenten con la conformidad del paciente.
No debemos olvidar que cuando un paciente acude a nosotros desea saber qué es lo que le pasa, qué es lo que está mal y cómo se puede solucionar. Por ello, deberéis dar a estos interrogantes las mejores respuestas posibles, y no solo volantes y recetas. Vais a comprobar cómo cada paciente es único e irrepetible y, aunque la enfermedad sea la misma, siempre va a mostrar características especiales en cada uno de ellos.
Los que tenemos cierta edad os estamos esperando, esperando que nos ayudéis, esperando que nos diagnostiquéis y que nos tratéis adecuadamente. Por favor, ser buenos profesionales sanitarios y, si podéis, ser los mejores profesionales sanitarios.
Nota editorial:
Este artículo fue publicado originalmente en la revista “Odontólogos de Hoy” y se reproduce con permiso de la misma.
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