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Esperanzas de un ortodoncista ante un Real Decreto

Rueda de prensa posterior a la aprobación del real decreto de Especialidades en Ciencias de la Salud, que regula las especialidades en medicina, odontología y enfermería.

mar. 19 julio 2022

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Hoy, 19 de julio, me acordaba de mis primeras reuniones, hace unos 20 años, en el Ministerio de Salud en Madrid para la creación de la especialidad en ortodoncia, acompañando a José Canut, Juan Pedro Moreno y Ruperto González Giralda, entre otros.

Mucho ha llovido, y para mal, en nuestra profesión desde aquellos tiempos (ver en esta misma revista el negro panorama que dibuja el Consejo General de Dentistas de España, producto de la masificación profesional, para los próximos años). Era una edad de oro donde los ortodoncistas éramos un grupo selecto, pocos y bien avenidos, donde ser ortodoncista era pertenecer a una élite clínica, científica, socioeconómica e incluso cultural; donde personas como yo, ya médicos especialistas y doctores, nos sentíamos orgullosos de pertenecer a este eminente grupo. Tiempos que hoy nos parecen lejanos, no por la cronología, sino por el ingente número, en cantidad y calidad, de los especímenes incorporados al grupo.

Los recientes y exitosos congresos de la SEDO, al menos en número y juventud, contrastan con los escasos miembros que optan a diplomado, a superar nuestro board nacional, y esto debería hacernos reflexionar. Algo tendrá que ver la figura del ortodoncista de maletín sin registros postratamiento. ¿A qué se va a determinados congresos? Nunca han sido tantos los llamados y tan pocos los elegidos. Algunos congresos se han adaptado a esta invasión de sangre joven y se han convertido en auténticos shows y saraos, con payasos-hípster incluidos. Es bueno para estos jóvenes, que nos ven ya como ortodoncistas del cuaternario, recordar la siguiente parábola: dos jóvenes y ufanos pececillos (de estos que hoy deambulan por los congresos) iban nadando tan ricamente; entonces se cruzan con un pez mayor, que contorneaba sus espinas y abría sus branquias, con calculada sobriedad, y este les dice a los pececitos: ¡Qué buena está hoy el agua!; los pececitos se miraron muy extrañados y uno le dice al otro: Oye, ¿qué es el agua?

Hoy el Consejo de Ministros del gobierno de España, por boca de su ministra de Sanidad, Carolina Darías, ha aprobado el nuevo real decreto de Especialidades en Ciencias de la Salud, para, en palabras de la ministra “dar un formato de formación transversal en todas las especialidades”. A pesar de ser una de las medidas estrella del Ministerio de Sanidad, producto de tres años de arduas negociaciones, su aprobación ha pasado desapercibida a la opinión pública y la ministra no le quiso dar más transcendencia en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros.

"No deja de ser curioso que esta aprobación se produzca en un momento crítico de nuestra historia profesional, la de un cambio copernicano, donde la tecnología digital, la realidad virtual y los alineadores no están dejando títere con cabeza".

Desde luego, es un real decreto muy importante y si uno es mal pensado, puede que el objetivo de este pasar de puntillas por el tema, como el que no quiere la cosa, obedezca al interés de la parte socialista del ejecutivo, más seria, técnica y profesional, por ocultar el alcance de este real decreto (su tramitación, aprobación y desarrollo) a la parte más populista, comunista y podemita del mismo (más preocupada, en este caso, por si la denominación será la de especialista o especiolisto). En todo caso, y bromas aparte, el real decreto abre una puerta a la tan añorada especialización en Ortodoncia.

Éramos hasta la fecha el único país de la Unión Europea que no teníamos aprobada nuestra especialidad, la más antigua y tradicional de la odontología. No deja de ser curioso que esta aprobación se produzca en un momento crítico de nuestra historia profesional, la de un cambio copernicano, donde la tecnología digital, la realidad virtual y los alineadores no están dejando títere con cabeza; hoy los neoortodoncistas plásticos son legión y me atrevo a afirmar que nunca se ha hecho tanta ortodoncia con tan poco conocimiento.

Pensar que la aprobación de la especialidad va a conducir a una organización más racional de la oferta privada de la ortodoncia o un reconocimiento de su ejercicio, frente al dentista general, es una quimera. Me temo que, si no somos ambiciosos en este terreno, la aprobación de la especialidad va a servir de poco, o de nada. Si el estado no limita en algo el ejercicio profesional de la ortodoncia a los no especialistas estamos como estábamos; la información que recibe el ciudadano medio desde las instituciones profesionales (SEDO, AESOR), a pesar de su encomiable esfuerzo, no le llega a la gente y la que realmente lo hace, la de las compañías de alineadores, es falsa y sesgada; los medios más consultados, Facebook o Instagram, están repletos de anuncios de ortodoncia plástica low-cost y take-away.

En repetidas ocasiones le he comunicado a los presidentes de la SEDO y AESOR la necesidad de que los compañeros conocieran lo que para ellos va a suponer la aprobación de la especialidad antes de abrazarnos todos jubilosos en uno de nuestros congresos (vivimos en el país del “¿qué hay de lo mío?”); en resumidas cuentas, si van a poder ser o no especialistas y, en caso negativo, si están dispuestos a apoyar una especialidad a la que no van a tener acceso.

"Quienes hoy son ortodoncistas de facto tendrán dos posibilidades: pasarán a ser especialistas (vía transitoria) o se incorporarán al LO (limbo de los ortodoncistas)".

Ahora son miles los ortodoncistas de facto, los que han cursado másteres y postgrados más o menos reglados, y dedican la mayor parte de su actividad profesional a la ortodoncia. En el momento que salga el primer especialista oficial, en el plazo máximo (espero) de cuatro años, el de facto ya no será de facto si no es especialista. Nuestro ecosistema ortodóncico estará poblado por dos tipos de especímenes: el limitado micromundo de los profesores ordinarios de ortodoncia, funcionarios del Ministerio de Universidades, y los especialistas oficiales en ortodoncia; el resto quedará en el limbo de los ortodoncistas (y ojo, que la existencia del limbo ha sido cuestionada por la teología vaticana por boca de Benedicto XVI).

Por tanto, los que hoy son ortodoncistas de facto tendrán dos posibilidades: pasarán a ser especialistas (vía transitoria) o se incorporarán al LO (limbo de los ortodoncistas). Me temo que la gran mayoría de los que estáis leyendo este artículo y sois ortodoncistas os van a salir unas hermosas y algodonosas alas para aletear por el limbo, mientras veréis la luz de los nuevos especialistas deslumbrándoos desde el cielo. Por otro lado, sería una locura que, de repente, se crearan mil o dos mil especialistas, sería una aberración.

Quiero dejar diametralmente claro mi apoyo a la especialidad y agradecer a los presidentes de SEDO y AESOR su esfuerzo. Creo muy importante su desarrollo dentro de los cauces de la universidad, preferentemente pública, y de instituciones de tradición y reconocido prestigio (como, por ejemplo, la Fundación Jiménez Diaz). Me preocupan las transicionales, los supuestos derechos adquiridos y el reconocimiento de los ortodoncistas de facto. La opción que planteo para este reconocimiento retroactivo es un examen de casos clínicos y teoría similar al board de la SEDO o de la EOS, o los exámenes de especialista de Portugal, por nombrar a nuestros vecinos, existiendo un cupo anual para este examen de no más de 100-200 aspirantes. Quién le pone el cascabel al gato, por vez primera, es otro cantar; es decir, quién formará la primera comisión evaluadora de los aspirantes a ser especialistas. El reconocimiento de los estudios previos de ortodoncia, que a priori parece complicado en un país donde el papel lo aguanta todo, lo dividiría en tres grupos:

  1. Máster de 3 años (2+1) universitario (universidad con facultad de odontología) y presencial full-time(más de 2.000 horas de clínica) de acuerdo a los cristalinos criterios de la EOS-NEBEOP.
  2. Formación reglada, universitaria o en centros de reconocido prestigio, de larga duración, con un plan de estudios, programa, etc.
  3. Formación puntual: cursos de formación continuada.

La futura comisión de la especialidad le dará el valor que corresponda a cada tipo de formación y la conectará con el modelo de examen a realizar. En mi opinión el grupo uno tendría acreditada la formación teórica y gran parte de la práctica y el segundo y tercero necesitarían de una prueba de conocimientos teóricos de la ortodoncia más profunda.

Sea como fuere, se abre un horizonte de oportunidades para la reconducción de la maltratada ortodoncia de este país, una reconducción que ha de comenzar por su fuente: la adecuada formación postgraduada universitaria de los futuros especialistas. Esperemos que éstos, una vez agrupados, sepan defender el ejercicio de la ortodoncia y luchen numantinamente contra el maremágnum mercantil descontrolado en que hoy se ha convertido su ejercicio.

En todo caso, hay que recordar que la especialidad no se crea para el privilegio de unos pocos colegas sino para la protección de todos aquellos pacientes que buscan una ortodoncia de calidad.

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El Dr. David Suárez Quintanilla es catedrático de Ortodoncia en la Universidad de Santiago de Compostela, España y vicepresidente de Ortodoncia de IADR.

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