El autor explica que el blanqueamiento dental en la población pediátrica debe garantizar siempre la protección de las estructuras dentales en desarrollo. Foto: diana polekhina / unsplash
Enrique Jadad Bechara, co-autor del libro “Estética y blanqueamiento dental en la era digital”, revisa en este artículo la evidencia científica sobre las causas de la pigmentación dental en pacientes pediátricos, el impacto emocional del color dental en la autoestima, los riesgos clínicos del blanqueamiento y las regulaciones internacionales sobre este tratamiento en menores de edad.
En los últimos años, el interés por la estética dental ha crecido considerablemente, incluso en pacientes pediátricos. Tanto así que procedimientos como el blanqueamiento dental en la población infantil y adolescente se han incrementado notablemente, impulsados por factores sociales, estéticos y emocionales. Sin embargo, debido a las características anatómicas y fisiológicas propias del desarrollo dentario en menores, así como las implicaciones éticas y legales, el blanqueamiento dental debe ser abordado con cautela en esta población.
La preocupación por la estética dental en niños y adolescentes se ha acentuado notablemente con el auge de las redes sociales y su exposición temprana a cánones estéticos idealizados. En este contexto, el blanqueamiento dental se ha convertido en una intervención deseada por pacientes menores de edad. No obstante, los dientes en desarrollo presentan características que aumentan la vulnerabilidad a efectos adversos como hipersensibilidad dentaria, daño al esmalte o afectación pulpar. Esto plantea a su vez interrogantes éticos, clínicos y legales sobre la idoneidad de realizar este tipo de procedimientos a edades tempranas.
El enfoque terapéutico más aceptado de blanqueamiento dental en menores exige un tratamiento prudente y conservador. Foto: Karolina Grabowska / pexels
Es cada vez más común que padres preocupados por la apariencia de los dientes de sus hijos consulten al odontólogos sobre tratamientos de blanqueamiento dental. Ahora bien, ¿es realmente adecuado realizar blanqueamientos a niños? La respuesta no es simple y depende de múltiples factores: clínicos, regulatorios, psicológicos y éticos.
Este artículo revisa la evidencia disponible sobre las causas de la pigmentación dental en edades tempranas, el impacto emocional del color dental en la autoestima, los riesgos clínicos del blanqueamiento y el panorama regulatorio internacional que restringe o condiciona su uso en menores de edad.
Causas de pigmentación dental y alteraciones del esmalte
Las manchas dentales en pacientes pediátricos se clasifican como extrínsecas o intrínsecas. Las manchas extrínsecas son generalmente producto de la acumulación de placa, pigmentos alimentarios (provenientes de bebidas carbonatadas, jugos oscuros, té y colorantes artificiales), o la colonización por bacterias cromógenas. Estas suelen ser eliminables mediante profilaxis profesional.
Por otro lado, las manchas intrínsecas derivan de alteraciones en la formación del esmalte o la dentina, como ocurre en la fluorosis dental, amelogénesis imperfecta, hipomineralización incisivo-molar o hipoplasia del esmalte. El uso de tetraciclinas durante la formación dentaria o los traumatismos que provocan necrosis pulpar también son causas relevantes. En estos casos, la pigmentación se encuentra en estructuras más profundas del diente y suele requerir intervenciones más complejas, como el blanqueamiento supervisado, microabrasión o restauración estética.
Componente psicosocial
La apariencia dental tiene una influencia significativa sobre la autopercepción y la integración social durante la infancia y la adolescencia. Diversos estudios muestran que las manchas dentales pueden afectar la autoestima, la disposición a sonreír y la participación en actividades escolares y sociales. En un estudio realizado en Reino Unido, adolescentes entre 9 y 17 años reportaron una mejora notable en su autoconfianza (81%) y en la percepción de su apariencia (89%) tras un tratamiento de blanqueamiento dental, aunque también se evidenció un incremento en la sensibilidad dental en un 63% de los casos.
Este anhelo ha dado lugar a fenómenos como la “blancorexia”, una forma de obsesión por el blanco dental, impulsada por estándares inalcanzables de estética que circulan en los medios digitales. Por tanto, en la indicación de estos procedimientos deben considerarse no solo criterios clínicos, sino también el estado emocional del paciente y el grado de presión estética que enfrenta.
Opciones técnicas de blanqueamiento
El blanqueamiento dental se realiza habitualmente mediante peróxido de hidrógeno o de carbamida a diferentes concentraciones. Si bien existen múltiples estudios que avalan su eficacia en adultos, en niños y adolescentes su aplicación requiere criterios más estrictos, debido a que presentan una pulpa más amplia, esmalte más poroso y mayor susceptibilidad a la hipersensibilidad dentaria. Los efectos adversos más frecuentes incluyen sensibilidad dentaria (hasta en un 75% de los casos), irritación gingival, disminución de la microdureza del esmalte y alteración de restauraciones.
Además del blanqueamiento químico, existen alternativas mínimamente invasivas que ofrecen resultados estéticos aceptables en pacientes jóvenes.
Por ello, se recomienda que los tratamientos sean supervisados por profesionales, se realice aislamiento de tejidos blandos, se usen bajas concentraciones de productos blanqueadores (<10% de carbamida o <6% de peróxido de hidrógeno) y en ciclos limitados. Además, es indispensable un diagnóstico diferencial claro, que descarte causas reversibles o extrínsecas de pigmentación.
En términos terapéuticos, el blanqueamiento dental puede clasificarse en externo o interno, dependiendo de la vitalidad del diente y el origen de la pigmentación. El blanqueamiento externo se realiza en dientes vitales mediante el uso de agentes como el peróxido de carbamida en concentraciones que oscilan entre el 10% y el 16%, o bien peróxido de hidrógeno entre el 3% y el 6%, aplicados en cubetas individualizadas adaptadas a la arcada del paciente.
La modalidad externa requiere de una estricta supervisión profesional para controlar la dosis y evitar efectos secundarios como hipersensibilidad o irritación gingival. Por su parte, el blanqueamiento interno está indicado en dientes no vitales, particularmente cuando se han oscurecido tras un tratamiento endodóntico o traumatismo. La técnica más utilizada en estos casos es el “walking bleach”, que consiste en la colocación intracoronaria de una mezcla de peróxido de hidrógeno con una barrera de ionómero de vidrio para evitar la filtración del agente al periodonto.
No se debe realizar un blanqueamiento dental hasta que se haya completado la erupción y calcificación de los dientes permanentes, lo que sucede entre los 12 y 14 años de edad.
Además del blanqueamiento químico, existen alternativas mínimamente invasivas que ofrecen resultados estéticos aceptables en pacientes jóvenes, como la microabrasión del esmalte superficial, la infiltración de resina de baja viscosidad (por ejemplo, el sistema ICON) para el manejo de lesiones hipomineralizadas o fluorosis leve, y las restauraciones directas en resina compuesta cuando las alteraciones cromáticas comprometen estructuras profundas.
El uso de agentes blanqueadores en menores debe utilizar concentraciones seguras y priorizar la salud pulpar, la maduración dentaria y el bienestar emocional del paciente. Foto: Nate Johnston / unsplash
Seguridad y limitaciones
La seguridad del blanqueamiento dental en niños y adolescentes debe ser evaluada cuidadosamente debido a las características anatómicas particulares de los dientes jóvenes, los cuales presentan un esmalte más delgado y una cámara pulpar relativamente más ampliaen comparación con los dientes adultos. Estas condiciones anatómicas aumentan la susceptibilidad a efectos adversos, entre los que destacan la sensibilidad dental postoperatoria, la irritación pulpar derivada de la posible difusión de agentes peróxidos hacia los tejidos internos, y la inestabilidad de los resultados en dientes inmaduros o con mineralización incompleta.
Estas condiciones justifican la recomendación de postponer cualquier procedimiento de blanqueamiento dentalhasta que se haya completado, al menos de forma parcial, la erupción y calcificación de los dientes permanentes, lo cual generalmente ocurre entre los 12 y 14 años de edad. Incluso en estos casos, el tratamiento debe llevarse a cabo únicamente bajo indicación y supervisión profesional, con un protocolo individualizado que contemple el diagnóstico preciso, el tipo de pigmentación, y el estado de madurez dental.
Regulaciones internacionales
El marco legal varía significativamente entre países, aunque existe consenso en que el blanqueamiento dental debe ser restringido o cuidadosamente regulado en menores de 18 años. En la Unión Europea, la Directiva 2011/84/UE, en conjunto con el Reglamento EC 1223/2009, establece que los productos con más de 0,1% y hasta 6% de peróxido solo pueden ser utilizados por odontólogos, y están prohibidos para menores de 18 años, salvo por indicación médica justificada. Esta disposición ha sido adoptada también por el Reino Unido, a través del General Dental Council, que permite el tratamiento en menores únicamente cuando existe una enfermedad dental diagnosticada, como fluorosis severa o MIH, y con consentimiento informado.
En Estados Unidos, la FDA clasifica los blanqueamientos como tratamientos cosméticos, lo que limita su regulación, pero la Asociación Americana de Odontología Pediátrica (AAPD) y la Asociación Dental Americana (ADA) han emitido guías clínicas que desaconsejan el uso de peróxidos en menores de 14 años y enfatizan la necesidad de indicación clínica, consentimiento parental y supervisión profesional.
Canadá también considera los productos con peróxidos como cosméticos, pero exige advertencias obligatorias en el etiquetado y notificación de venta al Health Canada, además de pruebas de seguridad clínica si la concentración supera el 3%. En Australia, los procedimientos con peróxidos están limitados exclusivamente a profesionales odontológicos registrados, y su uso en salones de belleza o kioscos es ilegal. En países como Japón y Brasil, las regulaciones son más laxas, permitiendo el uso libre en adolescentes a partir de los 12 años, aunque existe un creciente debate sobre la necesidad de imponer restricciones más firmes.
Se recomienda priorizar medidas preventivas, como la profilaxis, el control de la dieta pigmentante y la higiene adecuada, antes de considerar el blanqueamiento dental.
La regulación del blanqueamiento dental en niños y adolescentes en América Latina presenta una considerable heterogeneidad, aunque en general sigue modelos similares a los de Europa y Estados Unidos, priorizando la supervisión profesional y restringiendo el uso de agentes peróxidos. En Brasil, ANVISA clasifica las tiras y geles blanqueadores como cosméticos siempre que contengan hasta un 6% de peróxido de hidrógeno, permitiendo su venta libre en farmacias y sitios autorizados; sin embargo, concentraciones superiores exigen indicación odontológica y su aplicación solo por dentistas certificados, lo que establece de facto un nivel de protección para los pacientes jóvenes.
En Venezuela, Colombia, Argentina y otros países sudamericanos, la regulación directa sobre blanqueamiento en menores varía, pero las asociaciones odontológicas nacionales recomiendan que cualquier tratamiento con peróxidos superiores al 0,1% se realice en un contexto clínico, bajo supervisión profesional y exclusivamente tras un diagnóstico riguroso y consentimiento informado.
En Colombia, INVIMA regula el registro sanitario de cosméticos y dispositivos, pero no existe legislación específica orientada al blanqueamiento dental en población pediátrica. Sin un marco regulatorio expreso, se interpreta que los procedimientos deben realizarse siempre bajo criterio clínico y supervisión odontológica, evitando su uso indiscriminado en salones de estética. Esta falta de legislación contribuye a la proliferación de prácticas no controladas que constituyen un riesgo potencialmente grave para la salud oral de los menores. Esto contrasta con los modelos europeos y australianos, donde el uso de peróxidos en menores está prohibido o fuertemente condicionado a autorización médica.
En países como Argentina, Ecuador, Perú y México, no existen regulaciones específicas sobre este tema. No obstante, sus gremios profesionales enfatizan la necesidad de que los tratamientos sean realizados por odontólogos, en entornos clínicos, y únicamente cuando exista una justificación médica o psicológica clara. En conjunto, la mayoría de los gobiernos latinoamericanos y organizaciones profesionales coinciden en que el blanqueamiento en niños y adolescentes debe alejarse de fines meramente estéticos y centrarse en diagnósticos clínicos como fluorosis severa, hipomineralización o secuelas traumáticas, siempre bajo supervisión y con consentimiento informado firmado por los padres o adulto responsable.
Implicaciones éticas y recomendaciones clínicas
Desde una perspectiva bioética, el principio de no maleficencia y la obligación de obtener un consentimiento informado cobran particular importancia en el caso del blanqueamiento dental infantil. El profesional debe asegurarse de que los padres o tutores comprendan los riesgos, limitaciones y beneficios del procedimiento, y de que el paciente tenga la madurez suficiente para participar en la decisión. En la práctica clínica, se recomienda priorizar medidas preventivas, como la profilaxis, el control de la dieta pigmentante y la higiene adecuada, antes de considerar el blanqueamiento dental.
Cuando esté indicado, debe realizarse siguiendo protocolos personalizados, concentraciones seguras, ciclos cortos y un seguimiento riguroso. El profesional también debe documentar detalladamente el diagnóstico, las razones de la indicación, el consentimiento y los controles realizados. Además, es responsabilidad del odontólogo denunciar o advertir sobre establecimientos que ofrecen tratamientos blanqueadores dentales sin la debida supervisión clínica, ya que esto constituye una práctica ilegal y potencialmente peligrosa.
Conclusiones
El blanqueamiento dental en niños y adolescentes es un procedimiento que debe considerarse únicamente cuando existen indicaciones clínicas claras, como alteraciones estructurales del esmalte, trauma o pigmentaciones severas que afectan el bienestar físico y psicosocial del paciente. A pesar de la presión estética que producen las discromías dentales en el niño o adolescente, la evidencia científica y las regulaciones internacionales subrayan la necesidad de actuar con prudencia clínica para evitar lesiones o daños permanentes.
El uso de agentes blanqueadores en menores debe ser cuidadosamente justificado, utilizando concentraciones seguras y priorizando la salud pulpar, la maduración dentaria y el bienestar emocional del paciente. En este escenario, el rol del odontólogo no solo es clínico, sino también ético y educativo. Su implementación requiere un enfoque ético, clínico y legal riguroso, que contemple la madurez emocional del paciente, las normativas vigentes del país y los riesgos asociados al tratamiento.
El profesional odontológico juega un papel crucial en educar, prevenir y actuar con responsabilidad frente a las expectativas estéticas en la población infantil y juvenil. Por lo tanto, el enfoque más aceptado es prudente y conservador: evaluar cada caso de forma individual, priorizar alternativas mínimamente invasivas, y postponer cualquier intervención blanqueadora hasta la erupción completa y adecuada mineralización de la dentición permanente (12 a 14 años). De esta manera, se garantiza un equilibrio entre la demanda estética, el bienestar emocional del paciente y la protección de estructuras dentales en desarrollo.
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